Viaje al corazón de Chaco

 

El pasado mes de septiembre, cuatro fotógrafos de naturaleza -que esta experiencia volvió amigos- partimos desde distintas localidades del interior del país rumbo al Parque Nacional El Impenetrable, llenos de curiosidad e ilusión. Algo nos habían comentado sobre aquel enigmático destino: el monte, el clima, la fauna que podíamos llegar a ver… pero, como sucede con aquellas cosas en la vida que te interpelan desde lo más profundo, en ningún escenario de nuestro imaginario hubiera cabido lo que vivimos esa semana en Chaco.

 

Se dice que cuando uno está con la mente en el presente, registrando los sonidos, los olores y todo aquello que estimula nuestros sentidos, luego tiene la capacidad de recordar lo vivido con mayor precisión. Y así es que, a más de un mes de nuestro regreso de El Impenetrable, aún puedo cerrar los ojos y sentir el calor húmedo del Chaco seco y el canto de las charatas.

 

Bastó con traspasar la entrada al Parque Nacional para darle inicio a una semana en la que nos sentimos niños curiosos saliendo al mundo por primera vez, abstraídos de todo, alejados de nuestras rutinas, atravesados por un sentimiento de enorme conexión con el entorno que poco a poco fuimos descubriendo. El paisaje, en algunas áreas más selvático, en otras de monte cerrado -literalmente impenetrable-, alberga vida en cada rincón. El camping La Fidelidad, ubicado dentro del Parque y a orillas del Río Bermejo, nos recibió como un refugio acogedor después de tantos kilómetros recorridos para llegar. Sobre plataformas de madera elevadas, se ubican las carpas que provee el camping. Allí dormimos durante tres noches con la luna llena como faro, con los múltiples beneficios de alinearnos, al menos por unos días, al ciclo circadiano, aprovechando la oscuridad -relativa porque nuestro satélite sí que alumbra- para descansar y saltando de las bolsas de dormir al alba, como quien sabe que tiene un gran día por delante.

 

El momento en el que salíamos de la carpa era el más preciado: bastaba con deslizar el cierre para tener una vista privilegiada al majestuoso Bermejo, y hasta tuvimos la suerte de encontrarnos con un tapir tomando agua. Y ni hablar del canto de las aves -nuestro despertador- y los monos carayá. Naturaleza viva y la hora dorada del amanecer: como fotógrafos realmente no podíamos pedir más. Pero había más: en la carpa comedor Qaramta, nos esperaban con un desayuno completo que incluía ensalada de frutas, café, algún budín caserito y las infaltables tortillas calentitas, recién hechas. Atesoramos aquellas mañanas frente al río, donde sólo el correr de las horas iba a determinar qué encuentros nos depararían. Nosotros únicamente teníamos que tener listos los equipos, ser pacientes y agudizar nuestros sentidos. Era momento de adentrarnos en algún sendero.

El Parque cuenta con múltiples senderos de distintas dificultades, con opción de transitarlos con el acompañamiento de un guía local o por cuenta propia. Nuestro favorito fue sin dudas el llamado “Sendero de la selva”, por los encuentros que nos regaló. Al tercer día en el camping ya había perdido la cuenta de cuántas veces hicimos y deshicimos aquel trayecto fascinante entre lianas y claros donde podíamos sentarnos a tomar un mate disfrutando de una privilegiada vista al Bermejo.

Nuestros días explorando el Parque nos produjeron pura fascinación y curiosidad, a tal punto que, por las noches, con linternas, pasábamos el tiempo en la carpa-comedor leyendo sobre la biodiversidad de El Impenetrable, su historia y sus múltiples desafíos. Caminamos a la sombra de quebrachos y palos santos y aprendimos a distinguir el canto del búho ñacurutú, especie que tuvimos la dicha de encontrarnos en el camino y realizar un registro respetuoso. Una tarde nos llevaron a navegar el Bermejo y nuevamente los avistajes nos dejaron atónitos: yacarés con sus crías, águila negra, jabirú, rayador y garza mora fueron sólo algunas de las especies que nos sorprendieron. Un verdadero deleite para fotógrafos de fauna. El sol iba escondiéndose poco a poco en el monte, generando un reflejo anaranjado en el agua y una luz tenue, difusa, en un atardecer que seguramente nunca olvidaremos.

Por las noches – al igual que en los mediodías- disfrutábamos de deliciosas comidas en la carpa-comedor mientras intercambiábamos alguna que otra palabra o anécdota con otros visitantes. El camping está coordinado por una asociación de vecinos locales que amablemente nos compartieron información sobre el Chaco seco, las especies que lo habitan y su cultura. Los platos que nos ofrecieron eran realmente manjares cocinados con productos regionales. Lo que daríamos por volver a comer esas empanadas o el guiso de la primera cena…

 

Después de tres días increíbles, nos tocó despedirnos del camping, con el firme deseo de regresar algún día. Pero nuestro viaje por El Impenetrable aún no llegaba a su fin. Todavía quedaba mucho por vivir. Nuestro próximo hogar por unos días serían las exquisitas instalaciones del Glamping El Bermejito. Pero antes hicimos una parada técnica que nos interpeló hasta las lágrimas: tuvimos el privilegio de poder ingresar a la estación de campo El Teuco. Y lo sucedido allí merece un párrafo aparte.

Nos abrieron las puertas de la Estación en una calurosa tarde de viernes. Allí tuvimos el placer de conocer a gran parte del equipo de Rewilding Argentina que reside y trabaja en el Parque Nacional El Impenetrable. Fue de gran agrado ser recibidos por Débora Abregú, bióloga y coordinadora de conservación de la fundación, quien nos introdujo a los desafíos ecosistémicos que presenta la región del Chaco Seco y el rol del rewilding en su restauración. Pudimos ver restos óseos de fauna silvestre, registros de cámaras trampa y los dispositivos que utiliza el personal para las distintas labores. Y finalmente llegó el momento más esperado: la oportunidad de conocer los proyectos de reintroducción de fauna. En nuestro recorrido por la Estación pudimos ver ejemplares de tortuga yabotí -además de ser informados acerca de su rol fundamental como dispersora de semillas-, nutria gigante y yaguareté -depredadores tope del ecosistema-. El tiempo se detuvo ante el encuentro con este último, el emblemático, el felino más grande de América. Las probabilidades de verlo eran bajas, ya que se encuentra en un recinto sumamente amplio, pero la suerte estuvo de nuestro lado y apareció Porã, un ejemplar macho de 7 años nacido en cautiverio en Brasil. Como equipo no pudimos contener las lágrimas ante su imponente presencia. Y ante la impotencia de dimensionar el daño causado por el humano. Al haber nacido en un zoológico, Porã no podrá ser reintroducido a la vida silvestre jamás. Una de las inconmensurables condenas impartidas por nuestra especie. Sin embargo, gracias al trabajo conjunto de Rewilding Argentina con otras entidades, Porã pudo transitar la mayor parte de su vida en condiciones de gran bienestar y bajo los cuidados que necesita. Hoy cumple un rol vital en el Proyecto de Reintroducción del Yaguareté: como reproductor, cuya descendencia formará parte de la población silvestre de este felino característico del Gran Chaco, y como ejemplar a los fines de brindar educación ambiental a las comunidades locales donde su figura ha sido vista como una amenaza de riesgo durante mucho tiempo.

 

Nuestra última etapa del viaje tocaba, como mencionamos antes, a la vera del río Bermejito, un afluente del Bermejo. Dos últimas noches en las que deseábamos quedarnos a vivir en las instalaciones del glamping. La combinación perfecta entre confort y naturaleza. El tiempo se detenía una vez más durante las mañanas, cuando amanecíamos en las cómodas camas de las carpas-dormitorios, para asomarnos al deck de madera que teníamos como balcón a disfrutar de un delicioso desayuno frente al río y planificar el día por delante. El Glamping se encuentra ubicado en el paraje La Armonía, uno de los portales de acceso al Parque. Pasamos un fin de semana de ensueño descubriendo más secretos de este destino increíble y empapándonos de la cultura local. Estábamos al tanto de la labor de Rewilding Argentina en la restauración de El Impenetrable, mas nos sorprendió de sobremanera ver en primera persona la forma en la que se integra a las comunidades vecinas en el desarrollo de una propuesta de turismo sustentable, a través de capacitaciones y propuestas concretas de trabajo.  Así es que conocimos la Escuela Taller “El Bermejito”, donde se elaboran y comercializan artesanías con madera proveniente de árboles caídos y se practican técnicas de tejido con tintes naturales, típicos de la región. También se ha dado un gran impulso a la gastronomía local: por las noches, los vecinos se organizaban para recibirnos en sus casas y ofrecernos la cena. Para ello, han sido capacitados a través de la Fundación y han conseguido las correspondientes habilitaciones. Otro vecino nos ofició de guía, llevándonos en una increíble travesía en kayak por el Bermejito. Hoy en día el turismo es una de las principales fuentes de ingreso para las familias que habitan La Armonía, aspecto no menor a destacar, teniendo en cuenta que han pasado tan sólo diez años desde la creación del Parque.

Llegó la hora de regresar a nuestros hogares. Costó despedirnos del Chaco pero volvimos con una inmensa gratitud por lo vivido y cientos de recuerdos y fotos a procesar. Como fotógrafos de naturaleza que intentan comprometerse en la mayor medida posible con la conservación de los ecosistemas, veníamos con un dejo de pesimismo de atestiguar el impacto destructor de la acción humana en la mayoría de los destinos que visitamos. El Impenetrable nos devolvió la esperanza. Conocer la lucha que hubo -y hay aún- detrás de la creación de áreas protegidas, la cantidad de gente que le pone el cuerpo a tan nobles objetivos de restauración ambiental, el impulso que se le ha dado a las comunidades locales y la concreción de una propuesta de turismo de naturaleza consciente y sustentable, nos ha demostrado que no hay que bajar los brazos en esta lucha por proteger nuestros recursos naturales. En nuestro viaje de vuelta, entre mates y música, surgieron algunas charlas reflexivas e ideas de nuevos proyectos. Es hora de repensar nuestro rol como fotógrafos y comunicadores de naturaleza, de dimensionar la importancia de dar visibilidad a destinos e iniciativas como las de Rewilding Argentina en El Impenetrable a través de nuestro registro. Ojalá podamos hacer nuestro aporte y ser agentes de cambio.

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