El temporal arrasó al Hospital Penna y los niños de neonatología tuvieron que ser evacuados

El viernes 7 de marzo, Saira Delmiro de 16 años, se despertó sobresaltada en su casa del barrio 9 de Noviembre, en Bahía Blanca. Eran las cuatro de la madrugada y afuera llovía sin parar. Horas después, cuando ya se había desatado el peor temporal de la historia de la ciudad, llegó a su teléfono un video que le heló la sangre: el hospital Penna, donde su hija Amely llevaba tres semanas internada en el sector de Neonatología, se había inundado.

“Me agarró un ataque de nervios. No veía a mi bebé desde la noche anterior y en las imágenes no aparecía el sector donde ella estaba. Me desesperé. Pensé que no se iba a salvar”, recuerda Saira.

Amely nació el 15 de febrero pasado, con solo 27 semanas de gestación y un peso de 940 gramos. Desde entonces, la beba pasaba sus días en una incubadora, con respirador y asistencia médica constante. Saira, que recibió el alta tres días después de traerla al mundo, la visitaba dos veces al día. “Trataba de pasar la mayor cantidad de tiempo en la Neonatología. Le cambiaba los pañales, me sacaba leche para que se alimentara y le hablaba permanentemente. Me costaba mucho verla así, tan chiquita y llena de cables”, explica.

A pesar del buen cuidado, en sus primeras semanas de vida, la evolución de Amely era incierta: primero tuvo ictericia (NdR: una afección frecuente en los neonatos que provoca que la piel y las partes blancas de los ojos se tornen amarillas a partir de un exceso de bilirrubina en la sangre) y, luego, una infección que le comprometió los pulmones. “Todo venía siendo muy cuesta arriba”, explica su mamá

Diez días después del nacimiento, el 25 de febrero, los médicos le advirtieron a Saira que la beba tenía alto riesgo de mortalidad. “Antes de irme, me pidieron que me despidiera de ella, pero me negué. No quería transmitirle toda mi angustia”, recuerda y se le entrecorta la voz. Sin embargo, su hija resistió. “Le hicieron un drenaje, le sacaron el líquido y, para sorpresa de todos, mejoró. Ella es muy fuerte“, dice.

Después de ver los videos, aquel viernes 7 de marzo, Saira decidió ir al hospital Penna a buscar a su bebé. Llegó alrededor de las 17 y ahí se enteró de que Amely ya no estaba allí. “Pregunté adónde estaba mi hija y me dijeron que la habían trasladado. ‘Ella está bien, pero la llevamos a OSECAC’, me explicó el director de Neonatología. El problema es que eso quedaba pasando el centro y, con mi mamá, no teníamos cómo llegar. Paramos una camioneta que se ofreció a llevarnos, pero tuvimos que bajarnos antes. Cuando salimos del coche, el agua nos llegaba por encima de la cintura y la corriente te llevaba. Tuvimos miedo”, cuenta.

Durante horas, Saira y su madre se quedaron atrapadas en una vereda, sin poder avanzar. “Tuvimos que esperar a que bajara el agua. Estábamos empapadas y embarradas. Al final, empezamos a caminar por calles sin luz. ‘No vamos a llegar’, le decía a mi mamá”, cuenta Saira.

Finalmente, cerca de las 21:30, llegaron a la clínica. “Entré y dije: ‘Soy la mamá de Amely, una de las bebés que trajeron del Penna’. Ahí me llevaron a la sala de padres para que me cambiara y después nos reencontramos. Cuando la vi, me largué a llorar. No podía creerlo. Creí que no iba a sobrevivir”, dice.

Luciana Marrero, la enfermera que cobijó a Amely en su pecho, debajo de su ambo, para darle calor y así salvarle la vida. Junto a sus compañeras del Penna, Luciana puso en marcha un operativo de rescate que se extendió durante 18 horas ininterrumpidas hasta que lograron trasladar a todos los recién nacidos a un lugar seguro.

Actuamos con el corazón y pensando en las madres que no pudieron llegar hasta sus hijos debido a la tormenta. Si no nos saliera del corazón, no podríamos haberlo hecho. La prioridad siempre son los bebés”, comentó la enfermera en una entrevista días atrás.

Luciana, quien trabaja en el turno noche de la Neonatología, conocía a Amely, pero no a Saira. Recién se vieron por primera vez días después de la tormenta. “Fue muy emotivo el encuentro. Ella estaba super agradecida por lo que hice. ‘No tenés nada que agradecer. Yo también soy mamá y te entiendo. Vos hubieras hecho lo mismo’, le dije. Me emocionó mucho verla afrontar una tarea tan enorme como la maternidad, siendo tan chiquita”, contó la enfermera

“A Luciana nunca la había visto porque yo me iba del hospital a las 21 y ella llegaba a las 24. El encuentro fue muy lindo. Me abrazó y me dijo que hizo lo que yo hubiera hecho. Si no fuera por ella, Amely no estaría hoy acá”, asegura Saira.

Fuente: Infobae 

Publicaciones relacionadas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba
Instagram