Fernando, el perro que se volvió leyenda en Resistencia y símbolo de toda una ciudad

 

En la noche de Navidad de 1951, bajo una intensa tormenta, un perro mestizo de pelaje blanco apareció en las calles de Resistencia y encontró refugio en una casa donde esa noche se celebraba la Nochebuena. Nadie sabía de dónde venía ni a quién pertenecía, pero desde entonces su historia comenzó a entrelazarse con la de toda la comunidad chaqueña.

El animal fue bautizado Fernando, en honor al cantante y artista Fernando Ortiz, quien le dio cobijo aquella primera noche. Con el tiempo, el perro adoptó la ciudad como su hogar: se lo veía recorrer plazas, bares, conciertos, exposiciones y actos públicos, donde era recibido con afecto por vecinos y artistas. Su carácter dócil y su curiosa “sensibilidad musical” —dicen que movía la cabeza si alguien desafinaba— lo convirtieron en una figura entrañable para generaciones.

Cuando Ortiz dejó la ciudad, Fernando permaneció allí. No tenía dueño, pero todos lo sentían propio. Era parte de la vida cotidiana del centro resistenciano y un símbolo de convivencia y cariño colectivo.

En mayo de 1963, la ciudad se conmocionó al conocer su muerte: había sido atropellado en pleno centro. La noticia paralizó a Resistencia. Comercios bajaron sus persianas, cientos de personas se acercaron a despedirlo y su entierro se convirtió en un multitudinario cortejo que recorrió las calles principales.

Su tumba, ubicada sobre la calle Brown, se transformó con los años en lugar de visita y homenaje. Allí se levantó un monumento en su memoria, al igual que en una esquina frente a la Casa de Gobierno, donde una escultura recuerda su figura. Incluso uno de los accesos a la ciudad recibe a los visitantes con un cartel que dice: “Bienvenido a Resistencia, ciudad de Fernando”.

Más de siete décadas después de aquella Nochebuena, Fernando sigue siendo parte de la identidad cultural de Resistencia. Cada año, artistas y vecinos lo evocan con actividades culturales, charlas y ofrendas que celebran no solo su historia, sino el afecto que una comunidad entera fue capaz de construir alrededor de un perro callejero que eligió —y fue elegido por— una ciudad.

Publicaciones relacionadas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba
Instagram