Histórico funeral de Francisco: tras la misa ante 250.000 personas, el féretro llegó al lugar de entierro

En el histórico funeral ante líderes mundiales y 200.000 personas, el cardenal Giovanni Battista Re presidió la misa de exequias y repasó el pontificado de Bergoglio; hizo hincapié en su búsqueda de la paz.
Por Elisabetta Piqué para LA NACIÓN
ROMA.- Roma Caput Mundi, «Roma cabeza del mundo». La expresión latina resume cómo fue este sábado el impresionante funeral solemne de Francisco, que atrajo a esta capital -totalmente colapsada, blindada, trastocada para un evento memorable- a los poderosos del mundo y a unas 200.000 personas conmovidas por su muerte, ocurrida a las 7.35 del lunes último, después de haber hecho un último esfuerzo, el día anterior, domingo de Pascuas, para despedirse de su gente.
“Su última imagen, que permanecerá en nuestros ojos y en nuestro corazón, es la del pasado domingo, solemnidad de Pascua, cuando el Papa Francisco, a pesar de los graves problemas de salud, quiso impartirnos la bendición desde el balcón de la Basílica de San Pedro y luego bajó a esta plaza para saludar desde el papamóvil descubierto a toda la gran multitud reunida para la Misa de Pascua”, dijo en su homilía el cardenal Giovanni Battista Re, decano del Colegio Cardenalicio, quien presidió la misa de exequias solemne.
La Homilía Del Cardenal Re Francisco Fue Un Papa Cercano A La Gente. ALBERTO PIZZOLI – AFP
“A pesar de su fragilidad y sufrimiento final, el Papa Francisco eligió recorrer este camino de entrega hasta el último día de su vida terrenal. Siguió las huellas de su Señor, el buen Pastor, que amó a sus ovejas hasta dar por ellas su propia vida. Y lo hizo con fuerza y serenidad, cercano a su rebaño, la Iglesia de Dios”, agregó el cardenal Re, ante una Plaza llena de emoción, marcada por la presencia de los poderosos de la tierra, en primera fila -entre ellos el presidente Javier Milei, en un puesto privilegiado por ser el presidente del país del Pontífice muerto- y, también, esos últimos siempre puestos al centro, como su amigo, el cartonero Sergio Sánchez.
Con helicópteros dando vueltas en el cielo, zonas rojas imposibles de acceder, vallas, un operativo de seguridad con más de 11.000 agentes para proteger a las más de 150 delegaciones -Donald Trump, Volodimir Zelenski, Emmanuel Macron, los reyes de España-, la jornada, soleada, arrancó al alba.
Incluso hubo jóvenes que con sus bolsas de dormir se quedaron en iglesias cercanas a la zona del Vaticano, para ser los primeros en las filas para ingresar a la Plaza, que se abrió a las 5.30 . Entonces decenas de jóvenes, casi corriendo, comenzaron a ingresar, felices, algunos con banderas. En verdad habían viajado a Roma para la canonización que debería haber sido mañana de Carlo Acutis, el “influencer de Dios”. Pero el destino quiso que les tocara un evento histórico.
Aunque el Papa había querido una ceremonia simplificada -en lugar de tres ataúdes (de zinc, roble y ciprés), quiso sólo uno de sencilla madera-, el funeral de todos modos siguió precisos ritos milenarios. Y resultó tan solemne como el de sus predecesores, con una imponente presencia de presidentes, jefes de Estado y de gobierno, cabezas coronadas, líderes religiosos de diversos credos, 220 cardenales -entre los cuales probablemente está su sucesor- y 750 entre obispos y sacerdotes -entre ellos, muchos argentinos, liderados por el arzobispo de Mendoza, Marcelo Colombo, presidente de la Conferencia Episcopal Argentina-. Todo comenzó con una procesión de “sediari” que, con guantes blancos, entre aplausos, llevaron al hombro su féretro hasta el sagrato de la Plaza de San Pedro minutos antes de las diez de la mañana. El libro de los Evangelios, abierto, fue colocado sobre el ataúd por el ceremoniero vaticano. Y los cardenales que en procesión llegaron desde la Basílica se inclinaron ante él, en medio de bellísimo coros de la Capilla Sixtina.
En una misa en latín, las lecturas y oraciones fueron en diversas lenguas, inglés, francés, árabe, español, portugués, polaco, alemán, chino, en el espíritu de la Iglesia católica, es decir, “universal”.
Un repaso por su pontificado
La homilía del cardenal Re resumió la vida y el legado de Francisco, al que definió “un papa en medio de la gente, un papa atento a lo nuevo.
“En esta majestuosa plaza de San Pedro, en la que el Papa Francisco ha celebrado tantas veces la Eucaristía y presidido grandes encuentros a lo largo de estos 12 años, estamos reunidos en oración en torno a sus restos mortales con el corazón triste, pero sostenidos por las certezas de la fe, que nos asegura que la existencia humana no termina en la tumba, sino en la casa del Padre”, dijo al principio, cuando agradeció a todos en nombre del Colegio de Cardenales su presencia.
El libro de los Evangelios reposa sobre el ataúd del difunto papa Francisco durante el funeral en la Plaza de San Pedro. ISABELLA BONOTTO – AFP
“Con gran intensidad de sentimiento dirijo un respetuoso saludo y un profundo agradecimiento a los jefes de Estado, jefes de Gobierno y delegaciones oficiales venidas de numerosos países para expresar afecto, veneración y estima hacia el Papa que nos ha dejado”, afirmó, en un sermón en el que resaltó que “la masiva manifestación de afecto y participación que hemos visto en estos días, después de su paso de esta tierra a la eternidad, nos muestra cuánto ha tocado mentes y corazones el intenso pontificado del Papa Francisco”. Aludió así a las más de 250.000 personas que durante tres días hicieron fila para pasar a despedirse por la capilla ardiente que se instaló en la Basílica de San Pedro.
El cardenal Re, que tiene la delicada misión de dirigir las reuniones pre-cónclave, hizo un pequeño resumen del pontificado de Jorge Bergoglio, electo el 13 de marzo de 2013, a los 76 años, con la experiencia de haber sido durante 21 años primero obispo auxiliar y luego arzobispo de Buenos Aires. Y que antes un jesuita con diversos cargos de responsabilidad.
Imagen de Portada: Una fotografía tomada desde la Basílica de San Pedro muestra una vista general del ataúd del difunto Papa Francisco durante la ceremonia fúnebre en la Plaza de San Pedro. ALBERTO PIZZOLI – AFP
Fuente: LA NACIÓN