La única salida es la educación de calidad masiva, «masivamente masiva»
Repasando la última edición del libro Macroeconomía de Gregory Mankiw encuentro este apartado de su texto que muestra, con claridad, que sin recursos humanos educados el país no sólo será desigual sino que pobre y mediocre en una secuencia secular de la que tardaremos décadas en salir.
Por Martín Piccato, economista
No hay mucho más para agregar, les dejo el texto del profesor Mankiw que debería ser suficiente para comprender el desafío que tenemos ante una sociedad que tiene 50% de pobres y menos recursos para destinar a invertir en educación, cuyos resultados se ven siempre en el largo plazo (10 años promedio).
El texto
Un cambio sorprendente en la economía norteamericana, así como en otras economías de todo el mundo, es el aumento de la desigualdad entre las rentas de los ricos y los pobres que se viene produciendo desde la década de 1970. Esta evolución no gira principalmente en torno a la distribución de la renta nacional entre capital y trabajo, sino que primordialmente hace referencia a la distribución de la renta del trabajo entre trabajadores calificados (los que tienen un título universitario, por ejemplo) y no calificados (los que carecen de título universitario).
Siempre se ha pagado más a los trabajadores calificados que a los no calificados, pero en las últimas décadas los salarios de los trabajadores calificados han crecido más rápido que los de los no calificados, exacerbándose así la diferencia.
¿A qué se ha debido esta creciente disparidad entre la renta de los ricos y la renta de los pobres? Los economistas no tienen una respuesta definida, pero los economistas Claudia Galdino y Lawrence Katz han hecho un diagnóstico en su libro The Race Between Education and Technology. Su conclusión es que “el brusco aumento de la desigualdad se debió a una desaceleración de los niveles de educación”.
Según Goldin y Katz, el progreso tecnológico ha sido una fuerza constante, aumentando no solo los niveles de vida, sino también la demanda de trabajadores calificados en relación con los trabajadores no calificados. Los trabajadores calificados son necesarios para aplicar y gestionar las nuevas tecnologías, mientras que es más probable que los trabajadores menos calificados se queden obsoletos. Por sí mismo, este cambio tecnológico favorable a los trabajadores calificados tiende a aumentar los salarios de estos en relación con los trabajadores menos calificados, aumentando la desigualdad.
Sin embargo, durante una gran parte del siglo XX, el ritmo de mejora del nivel de estudios de la población fue superior al del cambio tecnológico que privilegia las calificaciones. En otras palabras, aunque el progreso tecnológico aumentó la demanda de los trabajadores calificados, el sistema educativo aumentó a un ritmo más rápido la oferta de esos trabajadores. Como consecuencia, los trabajadores calificados no se beneficiaron desproporcionadamente del crecimiento económico.
Pero las cosas han cambiado últimamente. En las últimas décadas, el progreso tecnológico ha seguido avanzando a favor de los más calificados, pero la mejora en los niveles de educación se ha desacelerado.
Como el crecimiento de la oferta de trabajadores calificados se ha desacelerado, sus salarios han crecido en relación con los salarios de los trabajadores no calificados. En definitiva: para la mayoría de la gente, la universidad y la escuela universitaria son una inversión que vale la pena.
La creciente desigualdad de la renta es un tema muy presente en los debates sobre políticas públicas. Algunos responsables de políticas públicas propugnan un sistema más redistributivo de impuestos y transferencias para tomar fondos de quienes están más arriba en la jerarquía económica y dárselos a los que se encuentran en los peldaños más bajos de esta. Este enfoque trata los síntomas pero no las causas subyacentes de la creciente desigualdad. Si Goldin y Katz están en lo cierto, para revertir la creciente desigualdad de la renta será necesario dedicar mayor cantidad de recursos sociales a la educación (lo que los economistas llaman el capital humano).