Nigeria: El genocidio silencioso contra los cristianos
La violencia contra los cristianos en Nigeria, impulsada por grupos extremistas como Boko Haram y las milicias Fulani, ha provocado miles de muertes y desplazamientos, mientras el gobierno muestra poca efectividad en frenar esta persecución religiosa.
Por Anderson N. Riverol para REALPOLITIK
En una era marcada por la innovación tecnológica y la interconectividad global, parecería atípico que los conflictos religiosos sigan siendo una realidad trágica en algunas partes del mundo. Sin embargo, en Nigeria, la violencia contra las comunidades cristianas continúa siendo un doloroso recordatorio de las profundas divisiones que persisten en ciertas regiones. Este escenario, que expone la incapacidad de respetar la libertad religiosa, refleja el retraso de la humanidad en garantizar uno de los derechos más básicos y universales.
En los últimos años, Nigeria ha visto un aumento alarmante en los ataques dirigidos contra las comunidades cristianas, particularmente en el norte y en el cinturón medio del país. Aunque el país está dividido casi equitativamente entre musulmanes y cristianos, los recientes episodios de violencia han afectado desproporcionadamente a los cristianos, exacerbando las tensiones religiosas y étnicas. Grupos extremistas como Boko Haram y el Estado Islámico en África Occidental (ISWAP) han liderado ataques sistemáticos, mientras que las milicias Fulani han sido señaladas por perpetrar masacres en aldeas predominantemente cristianas.
En 2023, se documentaron más de 2 mil asesinatos de cristianos, lo que posiciona a Nigeria como uno de los países más peligrosos para practicar esta fe. Según Open Doors, Nigeria encabeza la lista de lugares donde los cristianos enfrentan la mayor cantidad de persecuciones mortales. La violencia ha provocado desplazamientos masivos, destruyendo comunidades enteras y debilitando profundamente el tejido social de la región.
Nigeria es un país marcado por una clara división religiosa. El norte está habitado mayoritariamente por musulmanes, mientras que el sur es predominantemente cristiano. Aunque esta separación ha generado tensiones durante décadas, la aparición de grupos extremistas en los últimos años ha intensificado la violencia. Boko Haram, fundado en 2002, busca imponer una interpretación radical de la ley islámica en todo el país, y ha sido responsable de miles de asesinatos, secuestros y ataques, la mayoría dirigidos contra los cristianos. Uno de los actos más infames de Boko Haram fue el secuestro de 276 niñas de Chibok en 2014, muchas de ellas cristianas. Este grupo ha destruido cientos de iglesias y comunidades cristianas, forzando a miles de personas a huir de sus hogares.
En 2016, ISWAP surgió como una escisión de Boko Haram. Aunque comparten una ideología extremista, ISWAP ha intentado ganar apoyo local mediante ataques más focalizados, principalmente contra objetivos gubernamentales y militares, pero sin dejar de atacar a las comunidades cristianas. Las operaciones de ISWAP no solo se limitan a Nigeria, sino que se extienden a países vecinos como Níger, Camerún y Chad.
Además de estos grupos, los pastores nómadas Fulani, en su mayoría musulmanes, han estado involucrados en conflictos con las comunidades agrícolas cristianas del cinturón medio de Nigeria. Aunque en parte se trata de un conflicto por el acceso a recursos, la dimensión religiosa ha profundizado estas tensiones. Con el avance de la desertificación en el norte, los pastores Fulani se ven obligados a desplazarse hacia el sur, lo que genera conflictos con los agricultores cristianos.
El presidente de Nigeria, Muhammadu Buhari (Foto: Premium Times NG).
Este conflicto no solo es de carácter religioso, sino que también está impulsado por factores étnicos y económicos. Las disputas por tierras y recursos se entrelazan con las divisiones religiosas, creando un entorno de violencia crónica que parece no tener fin.
El gobierno de Nigeria, bajo el liderazgo de Muhammadu Buhari, ha sido duramente criticado por su ineficacia en la gestión de la crisis. A pesar de las operaciones militares desplegadas contra Boko Haram y las milicias Fulani, los resultados han sido limitados. La falta de coordinación y la corrupción dentro de las fuerzas de seguridad han permitido que muchas áreas rurales sigan desprotegidas. Aunque Buhari ha reiterado su compromiso de frenar la violencia, los esfuerzos han sido insuficientes.
En el ámbito internacional, organizaciones como Amnistía Internacional y Human Rights Watch han denunciado repetidamente la falta de acción del gobierno nigeriano para proteger a sus ciudadanos. Estas organizaciones han llamado a una mayor presión internacional para garantizar que el gobierno nigeriano adopte medidas más efectivas para frenar la violencia.
Líderes religiosos como el obispo Matthew Hassan Kukah han condenado los asesinatos de cristianos, calificándolos de «inhumanos» y contrarios a los principios religiosos. Al mismo tiempo, figuras políticas como Michael McCaul, presidente del Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, junto con otros congresistas republicanos, han exigido al Departamento de Estado que explique por qué Nigeria fue retirada de la lista de Países de Especial Preocupación, a pesar de los continuos asesinatos de cristianos por grupos como Boko Haram y las milicias Fulani. Han pedido una acción más firme para proteger a las comunidades cristianas en Nigeria.
El obispo Matthew Hassan Kukah (Foto: Revista Ecclesia).
El impacto de esta violencia ha sido devastador. Más de 2 millones de personas han sido desplazadas de sus hogares, muchas buscando refugio en campamentos improvisados. Cientos de iglesias han sido destruidas, junto con escuelas y otras infraestructuras esenciales. La comunidad cristiana vive en un estado constante de miedo, temiendo practicar su fe abiertamente.
La libertad religiosa es un derecho humano fundamental que debe ser protegido. Los ataques sistemáticos contra los cristianos en Nigeria no solo representan una tragedia humanitaria, sino una violación grave de los principios de convivencia. Tanto el gobierno de Nigeria como la comunidad internacional deben tomar medidas más firmes para proteger a todas las comunidades religiosas y fomentar la paz en una nación tan diversa como Nigeria.
Fuente: REALPOLITIK