Pequeños consensos para transformaciones duraderas
Una perspectiva económica del debate

Por Cr. Facundo Pujol
“Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo”, decía Eduardo Galeano. Y tal vez no haya mejor forma de describir el desafío argentino actual: construir desde lo chico, desde lo mínimo, desde lo sensato, una arquitectura nacional de consensos que nos saque del estancamiento crónico.
Argentina, en toda su diversidad ideológica y territorial, necesita imponer una metodología de avance estructural, en la que el disenso no impida la prosperidad. Cuando la ideología se impone por sobre el interés común, no hay avance natural, sino decadencia disfrazada de identidad.
La pobreza en Argentina es elocuente e inadmisible, especialmente si consideramos que vivimos en un país que integra el grupo de las 25 naciones del mundo que poseen el ciclo completo de producción de energía nuclear, que fabrica automóviles, que lanza satélites al cosmos, y que ostenta un conjunto de capacidades tecnológicas, científicas y productivas que harían de cualquier otra nación un gigante económico. Esa contradicción estructural —entre lo que somos capaces de hacer y lo que efectivamente hacemos— revela la urgencia de un nuevo consenso político y social.
Nos enfrentamos hoy al reto de comprender que la economía no es un hecho aislado ni neutral, sino profundamente político. Y en esa línea, el consenso deja de ser una utopía discursiva para convertirse en la única vía real hacia la soberanía económica y la independencia efectiva.
Este consenso no surge de la nada. Requiere instituciones intermedias sólidas, representativas y activas, que comprendan que su heterogeneidad ideológica no es una carga, sino una oportunidad. Organizaciones que, lejos de reproducir lógicas sectarias, construyan puntos de encuentro desde las diferencias.
El ejemplo de Chile resulta ilustrativo: allí, los candidatos presidenciales, antes y después de las elecciones, participan de un desayuno institucional donde acuerdan al menos cinco ejes estratégicos para el país. ¿Por qué no pensar algo similar en Argentina? ¿Por qué no consensuar, con humildad, al menos cinco puntos urgentes que nos interpelen a todos?
- Jubilaciones que no estén por debajo de la línea de pobreza.
- Un tipo de cambio competitivo y estable en el tiempo.
- Una revolución de la matriz productiva con visión de futuro.
- Una política monetaria coherente, constante y no improvisada.
- Una mejora sustancial del salario medio, abordando la informalidad con responsabilidad.
Las fuerzas vivas, aquellas que hicieron grande a este país, deben recuperar su capacidad de promover consensos pragmáticos. Un ejemplo elocuente lo brinda la Cámara de Comercio, Industria, Producción y Servicios de Presidencia Roque Sáenz Peña, que con sus 86 años de historia no solo representa intereses sectoriales, sino que construye ciudadanía desde lo concreto. A través de sus galas anuales, reconoce a emprendedores, premia a los empresarios más destacados y, sobre todo, consolida un discurso que se convierte en acción.
Del mismo modo, instituciones como el Consejo Profesional de Ciencias Económicas, el Rotary Club o el Club de Leones, con su extensa trayectoria y vocación de servicio, contribuyen históricamente a tender puentes entre sectores, promover valores éticos, impulsar la educación y sostener la asistencia social en los momentos más difíciles. Su legitimidad y continuidad las convierten en actores fundamentales en cualquier proceso de reconstrucción nacional basado en el consenso.
Volver a escucharnos, aunque pensemos distinto, es el primer paso. Pequeños consensos pueden generar grandes avances. Y no hay tiempo que perder.
Imagen: gentileza Matador