Seda en Misiones: en menos de cuatro hectáreas desarrollaron una producción con alto valor agregado y totalmente orgánica

Destinaron tres hectáreas y media de su chacra ubicada en 9 de Julio para plantar moras. Con las hojas de esas plantas alimentan a unos 80.000 gusanos que producen entre 600 y 700 kilos de capullos de seda. Ese producto vale unos 70 dólares por kilo, pero el precio escala mientras se avanza en la cadena de valor. Se trata de una producción libre de agrotóxicos que ofrece márgenes de rentabilidad interesantes incluso a pequeña escala.
Por Rafael Cortés para MISIONESONLINE
Hace 3.000 años los chinos descubrieron los secretos que escondía un humilde gusano dentro de su capullo y desde entonces la seda sigue siendo uno de los materiales más valiosos del mundo. Después de visitar una chacra en la lejana Sri Lanka, Carolina Butvilofsky y Juan Carlos “Pocho” Wachnitz se convencieron de que la producción de este noble material natural era posible en Misiones.
Después de un intenso período de investigación, pusieron manos a la obra en su chacra ubicada en 9 de Julio, a pocos kilómetros de Eldorado. Tras varios años de trabajo, consiguieron consolidar una unidad productiva que cubre todos los eslabones de esta cadena, desde un criadero con selección genética hasta una tienda física y online que vende productos elaborados.
De la cría de gusanos de seda se obtiene un producto básico, el capullo de seda, a partir del cual se consigue el hilo de seda y un subproducto, la sericina. Con el hilo se obtiene uno de los géneros más preciados del mundo, también se lo puede trabajar en fina bijouterie, mientras que a partir de la sericina se elaboran cosméticos.
“Antes solamente vendíamos el capullo, un kilo de capullo vale 70 dólares, después nos dimos cuenta que lo podíamos procesar nosotros y hacer el hilo de seda que vale cinco veces más. Además obtenemos un subproducto qué es la sericina, es como una gelatina que tiene amplios usos en cosmética. Tenemos jabón de seda, champú sólido de seda, crema corporal y también hacemos otros productos como bijouterie de seda, collares, aros”, explicó Pocho Wachnitz.
Antes solamente vendíamos el capullo, un kilo de capullo vale 70 dólares, después nos dimos cuenta que lo podíamos procesar nosotros.
El proceso dentro de la chacra llega hasta la obtención del hilo de seda y la sericina. Parte del hilo se vende en esa condición y otra parte se destina a la confección de bijouterie en un proceso tercerizado. “Trabajamos con algunos artesanos que hacen collares o aros y nosotros después lo comercializamos en nuestro local ubicado en Eldorado o en nuestra tienda virtual desde la que vendemos a todo el país”, indicó.
La elaboración de cosméticos también se terceriza y luego se vende a través de los mismos canales que la bijouterie.
Venden a todo el país. La exportación es un objetivo a futuro, pero ingresar a mercados externos no es fácil porque productores asiáticos trabajan a mayores escalas y menores costos, con lo cual los precios internacionales son más bajos que dentro del país.
De la mora a la seda
El primer paso para criar gusanos de seda es plantar árboles de mora, cuyas hojas aportan el único alimento que necesitan estos organismos para desarrollarse. La unidad productiva de Sedas Misioneras consta de 3,5 hectáreas de moreras que son podadas al menos una vez al año durante el invierno.
“Pocho” Wachnitz recita de memoria los números básicos de su producción: “cada gusano vive cinco semanas en el transcurso de las cuales come 50 kilos de hoja. Con las moras que tenemos abastecemos a unos 80.000 gusanos por temporada, la temporada va de octubre a marzo, que producen unos 700 o 600 kilos de capullo en total”.
Se trata de una producción que obligatoriamente debe estar 100% libre de agrotóxicos, porque cualquier químico que llegue a las hojas de mora mata casi instantáneamente a los gusanos.
Una vez que se cuenta con la cantidad suficiente de hojas de mora, se puede iniciar la cría de los gusanos. En la chacra de Sedas Misioneras, todo empieza en el laboratorio de cría, donde los huevos son incubados durante 10 días en un espacio en el que la temperatura y la humedad están controladas.
Durante sus tres primeras semanas de vida, los gusanos viven en ese ambiente controlado, luego se los pasa a bateas de cemento construidas en un galpón, en grupos de 20 mil que forman un telaino.
Cuando cumplen cinco semanas, dejan de comer y buscan un lugar para tejer su capullo. “Entonces bajamos las rodalinas hasta donde están los gusanos, el instinto de ellos es subir y buscar algo áspero y para hacer su capullo”, explicó.
El capullo del gusano de seda es un prodigio de la naturaleza, consta de un solo hilo muy fino de un kilómetro y medio de largo aproximadamente. Se los cosecha a mano y se los ubica dentro un freezer, para evitar que la pupa haga eclosión y rompa el preciado capullo. Viene luego un proceso de limpieza que se ejecuta en una máquina de producción propia. “No había nada en el mercado y no nos quedó más alternativa que fabricar algo nosotros”, dijo el productor.
Luego se clasifican los capullos tomando en cuenta su color. “Procesamos los capullos para el hilado de manera totalmente artesanal, primero se los sumerge en una olla de agua caliente para que el hilo se deshaga, se ‘pescan’ los capullos y luego van a una devanadora. Ahí se empieza a girar y se va enrollando el hilo que tiene una textura de fibra de coco, un hilo duro, eso es paja de seda”.
Para convertirlo en hilo de seda hay que hacerle otro proceso con agua caliente, se los sumerge de 20 a 30 minutos minutos a 80 grados para sacar toda la sericina del hilo, entonces en hilo queda suave y se obtiene como subproducto la sericina.
Genética
Pero además de producir seda, hay que garantizar las próximas generaciones de gusanos. Para ello se crían varios miles de ejemplares en laboratorio hasta completar el ciclo que transforma a la oruga de la seda en una polilla.
La ingeniera agrónoma Samantha Dobler sigue muy de cerca ese proceso y selecciona las polillas que tejieron los mejores capullos para luego reproducirlas y almacenar sus huevos.
“Para elegir los ejemplares que vamos a reproducir nos focalizamos en dos factores puntuales: el color y el peso del capullo. Buscamos los capullos más blancos porque eso nos facilitan el proceso de tinción de la fibra y los más grandes, porque sabemos que son aquellos ejemplares que con el mismo trabajo que realizamos a diario en la chacra nos van a producir más fibra, que es lo que estamos buscando desde un inicio”, remarcó.
Fuente: MISIONESONLINE