Su padre murió en el ataque de Montoneros en Formosa y, 49 años después, recibirá la indemnización
“Te doy la plata, traeme a mi viejo”
El sargento Víctor Sanabria perdió la vida el 5 de octubre de 1975, en la defensa del Regimiento de Monte 29; en diálogo con LA NACION, su hijo Carlos recuerda aquel trágico día y cuenta lo que significa para los familiares el tardío reconocimiento económico.
Por Germán Wille para LA NACIÓN
El domingo 5 de octubre de 1975, un grupo comando de Montoneros inició un ataque contra el Regimiento de Infantería de Monte 29 “Coronel Ignacio José Warnes”, ubicado en las afueras de la ciudad de Formosa. Era el bautismo de fuego de esa organización, su primer gran ataque contra una guarnición del ejército. Y fue realizado durante el gobierno constitucional de Isabel Martínez de Perón. La agresión armada del grupo guerrillero fue repelida por los miembros del Regimiento, lo que provocó un violento combate que duró aproximadamente media hora y dejó como saldo 12 atacantes muertos y 12 militares, entre los que se contaban 10 conscriptos, un subteniente y un sargento primero.
Pese a que los hombres del Ejército Argentino fueron muertos en defensa de un establecimiento militar en tiempos de democracia, sus familiares nunca recibieron compensación alguna o resarcimiento económico por su accionar. Hasta este jueves, en que en el Boletín Oficial se informó que se haría efectivo un decreto del año 2019 del presidente Mauricio Macri que autoriza una indemnización para los familiares de los fallecidos y heridos en la defensa del regimiento de Formosa. Un reconocimiento que llega apenas unas horas antes de cumplirse el aniversario número 49 del sangriento episodio que marcó para siempre a esa provincia de la Argentina.
Carlos Sanabria, hijio de Víctor Sanabria, uno de los militares caídos en defensa del Regimiento de Monte en Formosa, dialogó con LA NACION luego de que el gobierno anunciara que los familiares de las víctimas del ataque de Montoneros serían indemnizados. Gentileza Carlos Sanabria
Carlos Sanabria es hijo del sargento primero Víctor Sanabria, uno de los militares muertos en el ataque al Regimiento de Monte. En diálogo con LA NACION, este ingeniero formoseño de 56 años cuenta cuáles son sus recuerdos de aquel trágico día, y lo que significa este resarcimiento para los familiares de los soldados que perdieron la vida en aquella jornada. “La plata es importante, obviamente, pero yo le digo a cualquiera: ‘Traeme a mi papá’”.
–Carlos, se están cumpliendo 49 años del ataque al Regimiento de Infantería de Formosa y a la vez llegó la noticia de que las familias de los militares muertos van a ser indemnizadas, ¿cómo tomás estos dos acontecimientos?
–Las sensaciones son muy encontradas. Fuertes. Te movilizan por lo que implican. Para nosotros, como familiares, el reconocimiento del DNU es una caricia al alma, en lo económico, pero el dolor y la herida siempre están presentes, y lo están por la injusticia que tuvimos que llevar a lo largo de estos 49 años en que no fuimos visibilizados, prácticamente.
El ataque de Montoneros al Regimiento de Infantería de Monte 19, de Formosa, el 5 de octubre de 1975.
“Una persona reconocida por sus soldados”
–Si te parece vamos un poco atrás en el tiempo. ¿Cómo era tu familia en 1975?
–Mi papá, Víctor Sanabria, tenía 31 años; mi mamá, Dora Alba, 29; mi hermana Roxana, 11 meses y yo, 7 años. Éramos todos de Formosa, menos mi mamá, que era de Chaco. Mi hermana y yo nacimos en la capital y mi viejo era de una localidad llamada Comandante Fontana.
–¿Cómo fue el recorrido de tu papá como militar?
–Papá se recibe de Cabo de Infantería en la Escuela Sargento Cabral en 1963. Como primer destino tiene la ciudad de Formosa capital. Ahí se inicia hasta el año en que muere. Como soldado era un tipo normal, una buena persona, reconocido por sus soldados. Muchos conscriptos eran del interior de Formosa que no sabían leer ni escribir y él se tomaba su tiempo para enseñarles. A él le gustaba mucho la lectura. Yo saqué eso de él, me encantan los libros de historia argentina.
En su tiempo libre, el sargento Sanabria enseñaba a leer a los conscriptos del Regimiento que venían de lugares muy humildes. Gentileza Carlos Sanabria
Con respecto su trayectoria como militar tengo entendido, según me contó mi mamá, que el primero de enero de 1976 tenía un nuevo destino que era Comodoro Rivadavia.
–Es decir, ¿le faltaba muy poco para irse de Formosa?
–Sí, en agosto del ‘75 había comentado que preparáramos las valijas porque lo trasladaban al sur.
Los recuerdos del ataque
–Eras muy chico, pero te tengo que preguntar, ¿qué recordás de ese 5 de octubre?
–Yo tenía siete años, pero me acuerdo de cosas porqué nosotros, como familia, tuvimos una particularidad. Estábamos ubicados en el lugar donde uno no quisiera estar para ver lo que nosotros vimos. El regimiento se encuentra en un lugar en las afueras de Formosa y enfrente estaba el Barrio Militar. Vivíamos en la casa número 13, que estaba unos 200 o 250 metros de la Guardia de Prevención del regimiento. Imaginate que teníamos una panorámica perfecta de lo que sucedió.
–¿Entonces pudiste presenciar el ataque?
–Sí, entraron por ahí, por un puesto trasero del regimiento y el primer lugar al que van es a la Guardia de Prevención. Ahí se desencadena el combate entre las fuerzas que defienden el regimiento y los terroristas. Ahí estaba mi papá. Estaba cumpliendo funciones de guardia en la Sala de Comunicaciones.
–¿Cómo viviste ese momento?
–Si bien yo era un niño, te quedan cosas marcadas. No me olvido nunca de las detonaciones, los explosivos, las ráfagas de ametralladoras, los gritos de mi mamá que pedía desesperada por su esposo con mi hermana de 11 meses en brazos y una tía que la sujetaba. Hacia el regimiento veíamos todo atrás de una tela mosquera que estaba en una puerta de madera. En el momento del enfrentamiento lo que me acuerdo es que salió una persona corriendo a una velocidad inexplicable y yo, como hijo, pensaba que esa persona era mi papá, que corría para escaparse. Eso pensé, en mi imaginación creí que era él, pero no era así, era un soldado que corrió y atravesó la plaza de armas.
“Era como estar en una película”
–¿Tenés recuerdos de los atacantes?
–Tengo recuerdos de su vestimenta. Bajaban de un vehículo, creo que era un rastrojero, y entraban en pelotón disparando y tirando granadas. El color del uniforme era azul. Eso no me olvido nunca, el color. Lo recuerdo bien porque tenía una panorámica, si vos lo vieras dirías: “No puedo creer de dónde estabas mirando”. Estábamos viendo cómo entraban a matar a mi papá y a los compañeros de él. Impresionante. Cada año que pasa me impresiona más.
–¿No corrían riesgo de recibir un disparo?
–Mirá, a un costado de la casa estaba la casilla del gas y ahí la mampostería tenía impactos de balas. Imaginate que estábamos en fuego cruzado porque había personal del barrio que era del ejército, que estaba tomando posición y tratando de recuperar el regimiento. Nosotros estábamos en un lugar desde donde venían los disparos de distintos lados. Era como estar en una película. Y te impresiona la inteligencia militar que tenían los terroristas. Era un ejército.
–¿Llegaste a saber o reconstruir cómo muere tu papá?
–Papá muere en la Guardia de Prevención, por la espalda, con 12 impactos de una itaka. Ahí funcionaba la sala de comunicaciones y la especialidad de él era la parte de radiooperador.
El ataque de Montoneros: 70 hombres y secuestro de aviones
El intento de copamiento al Regimiento de Infantería de Monte 29 por parte de los Montoneros, que fue conocido luego como Operación Primicia, fue realizado por unos 70 hombres de esa organización armada de la izquierda peronista. El hecho incluyó, en la previa, el secuestro de un avión de Aerolíneas Argentinas en Aeroparque Metropolitano para desviarlo de su destino original a Corrientes hacia Formosa. Los guerrilleros coparon luego el aeropuerto internacional El Pucú, en la capital formoseña.
Los miembros de Montoneros confiaban en que los conscriptos de guardia entregarían las armas al verlos llegar a la guarnición, pero eso nunca sucedió. En cambio, ellos fueron los primeros en defender el establecimiento. Luego de transcurridos los enfrentamientos, los agresores que sobrevivieron volvieron a escapar en dos aviones, un Boeing 737-200 de Aerolíneas Argentinas y un Cessna 182. Este último voló hasta una pista cerca de una estancia en Rafaela, oeste de Santa Fe, y el primero aterrizó en una arrocera en las afueras de Corrientes.
El Boeing 737-200 de Aerolíneas Argentinas, secuestrado por la organización Montoberos, en octubre de 1975, para facilitar la fuga de los guerrilleros que tomaron el Regimiento de Infantería Monte 29, de Formosa. Gentileza Ceferino Reato
“El objetivo de los Montoneros era robar armamentos. Era su bautismo como ejército irregular y eligieron Formosa para generar un impacto a nivel social”, dice Sanabria, que añade: “Muchas veces se dice de ellos que no eran terroristas, eran guerrilleros. No. Eran terroristas, porque generaron terror en la provincia: todo el pueblo y la ciudad estaban aterrorizados”.
La operación fue planificada y dirigida por un “oficial superior” de Montoneros, Raúl Yager, conocido como “El Roque”, un ingeniero químico oriundo de Santa Fe que era el número cuatro de la cúpula nacional de Montoneros. En la escala jerárquica, venía detrás de Mario Firmenich, Roberto Perdía y Roberto Quieto, quienes le dieron su aprobaron al copamiento.
La revista Evita Montonera celebró el ataque al regimiento de Formosa. Archivo
“Como soldado, le tocó dar la vida”
–¿Cómo les llega la noticia de la muerte de tu papá?
–A la tardecita de ese día viene una persona, abraza a mi mamá y ella se pone a llorar. Después supe que era la persona que vino a comunicarle que su esposo había fallecido. Recuerdo el velatorio de él y todos los soldados que se realizó en el comedor dentro del regimiento, que es un salón grande. Una de las cosas más fuertes que recuerdo es el último beso que le di en la frente a él.
–Debió ser difícil asimilar eso tan chico.
–Imaginate, siete años que estás en ese lugar, yo vivía ahí en el Barrio Militar, con la naturaleza, las casas eran chiquitas, enfrente estaba el regimiento. Cruzaba con la bicicleta, jugaba dentro del regimiento como si fuera un parque, era parte de mi vida. Con esa edad sentís que hay cosas inexplicables que con el tiempo te pasan factura, pero siempre que paso por ese lugar no tengo recuerdos de cosas malas. Pasó lo que pasó con mi papá, y estoy orgulloso porque fue un tipo que defendió la patria en democracia, defendió su institución. Como soldado, le tocó dar la vida.
–Desde la actualidad, es difícil de entender un ataque así en democracia.
–Vivíamos en democracia, ese es el elemento principal. Por eso el orgullo de estas 13 personas que dieron la vida defendiendo las instituciones de la democracia [N.d.E. Carlos Sanabria añade al listado de víctimas militares a Argentino Alegre, un policía de la provincia de Formosa, que cayó durante el intento de copamiento]. Nosotros no nos criamos con odio ni con la idea de revancha. Sí tenemos dolor por la injusticia, eso nos produce un poco de bronca. El dolor de que veíamos cotidianamente que se hacían homenajes, se recuerda a los de esa época del setentismo como héroes, como jóvenes que querían una patria justa. Entonces me pongo a pensar: ¿Mi papá y nosotros dónde vivíamos? ¿En otro país? Es muy complicado cuando ves que el que defiende la patria, las instituciones, la bandera, es atacado. Yo perdí a mi papá que no era torturador, no era nada, simplemente una persona con 31 años que defendía la patria y más teniendo en cuenta que Formosa era una provincia que no estaba en el ojo de nadie para venir a hacer semejante acto de maldad.
–¿En Formosa cómo se vive el 5 de octubre?
–Acá durante los años de democracia se hizo siempre un acto con autoridades provinciales y la comunidad. El pueblo de Formosa asiste todos los años a los actos, solita va la gente. Hay que reconocer que las autoridades acompañan con su presencia, pero no hay una opinión, ni un repudio, ni una autocrítica sobre los hechos sucedidos. Eso te da una pauta de que nunca podía realizarse el reconocimiento que uno esperaba.
“Mi mamá fue una luchadora”
–¿Tu mamá cómo llevó todo esto?
–Ella falleció el 31 de agosto de 2013, muy golpeada por la diabetes. Tuvo que hacerse cargo de sus dos hijos y luchar con todo lo que demandaba esa época de la vida. Fue una luchadora. Mi papá le había dicho una vez, en una charla en 1974, que si a él le pasaba algo porque el país estaba muy convulsionado, que lo único que le pedía era que nosotros tuviéramos estudios. Y cumplió. Mi hermana y yo somos ingenieros. Tenemos ese orgullo de haber cumplido su pedido.
–Ella no pudo llegar a ver esta reivindicación, este resarcimiento. ¿Cómo estaba con relación a eso?
–Ella seis meses antes de morir estaba muy triste porque no iba a poder recibir el reconocimiento a su marido. Si bien hubo gente que trabajó para que esto saliera, de diferentes posiciones, había un sector que no quería que se aprobara. En 2024 llegó finalmente el reconocimiento con un gobierno que no tiene características políticas, gente que dijo: “Cerremos esto y se terminó”, como tenía que ser, no dio vueltas. En esto quiero agradecer a alguien que siempre estuvo en nuestra lucha, que fue la vicepresidenta, la doctora Victoria Villarruel, que como secretaria del Centro de Estudios Legales sobre el Terrorismo y sus Víctimas (Celtyv) nos ayudó, nos guió, y es parte de este reconocimiento que tenemos los familiares.
Dora Alba, esposa de Víctor Sanabria, falleció en el año 2013 sin ver una compensación por su marido muerto en el intento de copamiento del Regimiento de Infantería de Monte 29 de Formosa. Gentileza Carlos Sanabria
–¿Por qué te parece que no llegó antes este reconocimiento?
–Yo digo que el responsable de esta tragedia de las heridas que tenemos y que hace que sigamos estando como país muy divididos, el que vino a profundizar esta herida, fue el kirchnerismo, hace 20 años. En vez de salir adelante, nosotros, los familiares involucionamos en tratar de lograr justicia por los seres queridos, porque utilizaron los hechos del setentismo como una reivindicación política: decían que eso estaba bien y que los malos eran los militares. Con esto no quiero defender la dictadura ni ser negacionista, porque asumo y reconozco que en la dictadura se cometieron delitos, pero cuando se habla de Derechos Humanos es para todos, también para nosotros, más cuando perdimos a nuestro ser querido en democracia.
“Traeme a mi viejo acá”
–¿Cuál te parece que es el aporte simbólico de la indemnización?
–Es un aporte a la historia, porque ya estamos visibilizados a nivel nacional. Reconocieron la pérdida de nuestros seres queridos. Ese es un granito de arena que se aporta a la historia, dentro de una situación en la que la realidad siempre fue caótica, sensible, donde no podés hablar porque si yo decía lo que te estoy diciendo a vos era negacionista, me decían “defendés el uniforme, a los militares”. No, defiendo a mi papá y a los 13 tipos que lucharon para defender la institución.
–¿Sabés cuál va a ser el monto de la indemnización?
–Desconozco. Me enteré por el Boletín Oficial. No sé si es gran cosa. Te soy sincero, nadie nos informó nada. Tenés que pasar por ventanilla, como quien dice, pero no tenemos certeza. Pero sea mucho o sea poco, lo cierto es que en lo económico es algo que nos puede dar una tranquilidad momentánea en estos tiempos de crisis. El dolor nuestro es que hayan llegado los 49 años con tantas cosas que pasaron en ese lapso de vida. Lo económico es importante, obviamente, pero yo le digo a cualquiera: “Traeme a mi papá, lo quiero tener acá. Te doy toda la plata y traeme a mi viejo acá y estoy tranquilo. Me como un asado y tomamos algo, disfrutamos de la vida”.
–¿Cuál es tu reflexión final sobre este caso?
–Que no puede ser que no podamos cerrar las heridas como debe ser. Todo esto tiene que quedar en los libros de historia. Siempre estamos en una discusión que es obsoleta, que no nos lleva a ningún lado. Hay que cerrar esto y ver de qué manera podemos salir. Nuestro aporte, este reconocimiento que salió, tiene que ser algo que valga la pena. Como siempre digo: la muerte de estos 13 valientes no tiene que ser en vano, tiene que servir para algo.
Fuente: LA NACIÓN, por Germán Wille