LA MALDICIÓN DE LOS VICE| La tensión entre Victoria Villarruel y Javier Milei: una ruptura irreversible en la cima del poder

En la historia política argentina hay constantes que se repiten con una obstinación casi supersticiosa. Una de ellas es la maldición que parece pesar sobre la figura del vicepresidente: aliados necesarios durante la campaña, figuras decorativas en los primeros meses de gestión y, con el correr del tiempo, convertidos en opositores internos, relegados, rebeldes o, directamente, enemigos. A Cristina Fernández le pasó con Julio Cobos. A De la Rúa, con “Chacho” Álvarez. A Menem, con Eduardo Duhalde. Y ahora, a Javier Milei, con Victoria Villarruel. Esta historia se empezó a escribir cuando el libertario hizo alianzas con Mauricio Macri y trajo para su costal a Patricia Bullrich a quien había denostado en la campaña, pero ahora es su ministra «estrella».

Villarruel, Milei y una grieta en la cima del poder 

Lo que parecía un binomio sólido —el economista disruptivo y la abogada de la causa Malvinas, ambos con fuerte impronta libertaria y de derecha— se descompuso antes de los dos años de gestión. Las diferencias ya no son susurradas en los pasillos del Congreso o los chats de funcionarios: están expuestas brutalmente en redes sociales, en declaraciones públicas y hasta en insultos cruzados. La vicepresidenta acusa al presidente de falta de diálogo, de alejarse de la gente y de traicionar sus propias promesas de campaña. El Presidente, a su vez, la tilda de “traidora”, con una virulencia que revela que la relación está rota. No deteriorada: rota. Pero, esta vez no la puede echar como hace con todos los que lo traicionan, Villarruel fue elegida por el pueblo.

Las escenas recientes hablan por sí solas. La sesión del Senado en la que se aprobaron proyectos sobre jubilaciones y discapacidad, con el respaldo de la vicepresidenta al funcionamiento institucional, fue interpretada en Casa Rosada como una puñalada. Desde su entorno, sin embargo, Villarruel sostiene que cumplió con su deber constitucional y que, a diferencia de otros, no se borra cuando hay que dar la cara. ¿El trasfondo? Una disputa de poder, egos, y visión de país. Villarruel se posiciona como la garante de la «institucionalidad» frente a un presidente que gobierna por decreto, que insulta al Congreso y que concentra el poder en un pequeño círculo, encabezado por su hermana Karina.

El cruce con Patricia Bullrich, ministra de Seguridad y una de las espadas del presidente, terminó de dejar expuesta la grieta. Bullrich la acusó de ser “cómplice del kirchnerismo”, una línea que el oficialismo repite como mantra cada vez que alguien disiente. Villarruel respondió con dureza: la trató de “terrorista reciclada”, le recordó su pasado montonero y cuestionó su oportunismo político. Una pelea de alto voltaje, sin vuelta atrás.

En el medio, la sociedad asiste con desconcierto. ¿Quién gobierna realmente? ¿Puede un Ejecutivo dividido garantizar estabilidad política y económica? En un contexto de crisis, con inflación persistente, conflictividad social creciente y un Congreso fragmentado, la interna entre Milei y Villarruel no es una anécdota menor: es una bomba institucional.

La vicepresidenta, lejos de replegarse, decidió dar la batalla pública. Usa sus redes para marcar diferencias con el rumbo económico, para defender leyes votadas por la oposición y para cuestionar los gastos del Ejecutivo. “Que ahorren en viajes y en la SIDE”, escribió. “Un jubilado no puede esperar y un discapacitado menos.” Sus palabras, lejos de la tibieza del vice promedio, retumban con fuerza. No se trata solo de una pelea palaciega: hay una disputa de sentido sobre el rumbo del país.

La figura de Karina Milei, omnipresente en las decisiones presidenciales, alimenta la tensión. Villarruel se siente desplazada, ignorada, subestimada. No es la primera ni será la última vice en esa situación, pero ha elegido un camino diferente al de Gabriela Michetti o Amado Boudou: no desaparecer ni callar, sino confrontar.

Así, la “maldición de los vicepresidentes” se reescribe con un nuevo capítulo. Pero esta vez, en un contexto inédito: con un presidente que no construyó una coalición, que desprecia el Congreso y que desprecia —al menos discursivamente— la política tradicional. La ruptura con Villarruel no es solo personal ni coyuntural. Es una muestra de los límites de un modelo de poder basado en el verticalismo extremo, la intolerancia a la crítica y la concentración absoluta.

Milei llegó al poder hablando de “casta”. Hoy, su entorno acusa a su propia vice de haberse vuelto “casta” por cumplir con su rol institucional. La paradoja es evidente. Y preocupante.

Los próximos meses serán clave. En el Senado se jugarán leyes sensibles. En las provincias crece la tensión. En la interna libertaria ya hay un campo de batalla abierto. La pregunta no es si hay una “maldición de los vice”, sino si este gobierno podrá romperla sin implosionar en el intento. Porque cuando el poder se fractura desde adentro, lo que suele venir no es una solución, sino una crisis más profunda. Y la historia argentina lo sabe bien.

Los Cruces en Redes Sociales:

La tensión se hizo palpable con una serie de mensajes «explosivos» de Villarruel en sus redes sociales, donde respondió a críticas de usuarios y lanzó dardos directos a la gestión de Milei. Entre los puntos de fricción se destacan:

  • Defensa de leyes opositoras: Villarruel defendió proyectos de ley aprobados por la oposición en el Senado, incluso aquellos que iban en contra de la postura oficialista, como las leyes previsionales. Sus argumentos, en ocasiones, se asemejaron a los planteados por senadores de la oposición.

  • Críticas a los gastos: Ante cuestionamientos sobre el déficit fiscal, la vicepresidenta sugirió: «Que ahorre en viajes y en la SIDE y listo», en una clara alusión a los gastos del Poder Ejecutivo.

  • Falta de diálogo: Villarruel también recriminó a Milei la falta de diálogo entre ambos y lo acusó de no comportarse «adultamente». En un intercambio con un seguidor, expresó: «Cuando el presidente decida hablar y comportarse adultamente podré saber cuáles son sus políticas dado que no habla.«

  • Acusaciones de traición: Ante los señalamientos de «traición» por parte de usuarios y del propio Milei, Villarruel retrucó: «El presidente no debe traicionar lo que dijo, porque si lo hace los demás debemos marcárselo.» También se defendió de las acusaciones de estar vinculada al kirchnerismo, afirmando: «Si tenés alguna acusación legal, te espero. Pero si vas a hablar por boca de cotorra mejor llamate a silencio.«

  • Distancia con la gente: Villarruel afirmó ser «el funcionario que más seguido ve al pueblo», al ir al supermercado y viajar por el país, insinuando que otros funcionarios, incluido el presidente, están alejados de la realidad de los argentinos.

Estos intercambios en X (antes Twitter) e Instagram se viralizaron rápidamente, revelando una profunda interna dentro del oficialismo. La ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, también se sumó a la discusión en X, pidiendo a Villarruel que no fuera «cómplice del kirchnerismo destructor».

 

https://www.instagram.com/p/DL5-6rXPcqa/?utm_source=ig_embed&ig_rid=1f8bb6ec-8d13-41ae-9745-1fd26add5971

 

https://x.com/PatoBullrich/status/1943378222139199556?ref_src=twsrc%5Etfw%7Ctwcamp%5Etweetembed%7Ctwterm%5E1943378222139199556%7Ctwgr%5Ec1ded56a91fae3e69b686315a303ef2af56de906%7Ctwcon%5Es1_&ref_url=https%3A%2F%2Fwww.ambito.com%2Fpolitica%2Fla-dura-respuesta-victoria-villarruel-las-criticas-javier-milei-un-jubilado-no-puede-esperar-y-un-discapacitado-menos-n6166486

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